Las mil cabezas del fraude laboral
Escribe Juan Carlos Coral
En toda la historia de la Humanidad, jamás existió una sociedad tan audazmente hipócrita como la sociedad capitalista. Así lo afirmaba Jean Jaurès cuando los trabajadores iniciaban sus luchas por la sanción de leyes laborales. El capitalismo las resistió no sólo con formas salvajes de represión en las calles, sino con argumentos confesionales y esotéricos en el debate parlamentario. Los diputados conservadores sostenían que no eran necesarios leyes ni sindicatos, porque el orden social estaba garantizado por Dios, “fuente de toda razón y justicia”. Frente al proyecto de indemnización por accidentes de trabajo, alegaban que los infortunios se producen por mandato de la Providencia, y por lo tanto es absurdo buscar culpables entre los mortales. Y cuando se empezó a construir esa obra colosal que fue el Nuevo Derecho de los Trabajadores, la burguesía desarrolló una verdadera ingeniería jurídico-laboral para violar los derechos legales del trabajador bajo falsos contratos civiles y comerciales.
Hoy disfrazan como socios de cooperativas a trabajadores en relación de dependencia. Contratan profesionales como monotributistas. Crean agencias de trabajo para ocultar al empleador mediante la práctica tramposa de la tercerización. Violan convenciones colectivas bajo la figura inexistente de “trabajadores fuera de convenio”. Prolongan pasantías más allá del límite legal de un año. Convierten horas extras en permanentes para violar el límite de la jornada. “Alquilan” taxis para convertir al peón en empresario. Convierten a trabajadores en becarios, simulan contratos de franquicias, de aprendizaje, de locación de obra. Y como una forma más sutil de violar las leyes del trabajo, con salarios insuficientes obligan a un segundo empleo, alargando la jornada a 12 o 14 horas como en el siglo XIX.
Finalmente, en los extremos de la explotación, hay que agregar el trabajo abiertamente esclavo, desde los yerbales misioneros hasta los talleres clandestinos en plena Capital. Y a estas variantes del fraude laboral, debemos agregar todavía el trabajo no registrado o trabajo en negro, que afecta a más de una tercera parte de los trabajadores en actividad.
Como a la Hidra de Mil Cabezas, por cada una que se le corta al capitalismo le crecen otras cinco. Pero el capitalismo no es un monstruo fantástico de la mitología griega, sino un hecho histórico que todavía padecemos. No se trata de cortar cada una de sus cabezas, sino de abolirlo tal como se abolió la esclavitud en otros tiempos.
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