Una Ciudad con la nota baja

Escribe Susana Rinaldi

En octubre, participé de la reunión anual de Embajadores Honorarios y de Buena Voluntad de Unesco, asamblea presidida por Irina Bokova, su directora general, a cargo de la campaña “La educación ante todo”.

Allí trasmití el manifiesto contrapunto entre la política educativa del PRO y la del gobierno de Cristina Fernández. Una diferencia que quedó claramente plasmada en los presupuestos para 2013: mientras que en el nivel nacional —y en medio de una fuerte crisis global— se destinará 6,51% del PBI, la inversión más alta en la historia argentina; en la Ciudad la remesa para educación bajó 2% en relación con el año anterior. Es que la Nación promueve la calidad educativa junto a la inclusión social, en instituciones públicas y gratuitas, lo cual se manifiesta en medidas como la Ley Federal de Educación, la Asignación Universal por Hijo, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y la fundación de nuevas universidades nacionales.

Por su parte, el gobierno de Macri pareciera entrar en guerra con su propio sistema educativo. A pesar de ser uno de los distritos más ricos y el más independiente de los fondos federales, atraviesa una profunda crisis que tiene su impacto más significativo en el sistema de salud y el sistema educativo. El cierre de cursos y grados, la incompetencia en la construcción y mantenimiento de los edificios escolares, y el descuido y desprestigio de la escuela pública, lleva a que quienes deciden sobre la educación de sus hijos opten por la escuela de gestión privada. El Gobierno local trata a los alumnos como si fuesen productos y, con este criterio economicista, traiciona y viola la libertad de aprender. La educación es un proceso social que propicia la formación integral, continua y permanente de las personas. Es esperable una política educativa que proteja a los ciudadanos porteños desde su infancia.