UNA FIGURA EMBLEMÁTICA DE LA IZQUIERDA BRITÁNICA
Tony Benn: desafiante hasta el final
A propósito del estreno del documental Voluntad y testamento, el historiador Owen Jones repasa las luchas del dirigente laborista, para quien la injusticia no era un rasgo permanente de la existencia humana sino una aberración que podía eliminarse.
Benn había calificado a Tony Blair como el peor líder laborista de todos los tiempos.
Foto: Durham Bannermakers
Por Owen Jones *
En vísperas de su muerte, Tony Benn era plenamente consciente de cómo había sido reempaquetado por el sistema. Era ya objeto de adoración nacional, un anciano caballero inofensivo, que no suponía ya ninguna amenaza potencial para el statu quo. Hasta los tories podían sonreír dulcemente cuando hablaba, con esa suerte de expresión indulgente pero cálida que uno reserva para los abuelitos cuando “te echan la charla”. La respuesta de Benn a un público de admiradores era desafiante: “Puedo ser un anciano, puedo ser amable, puedo hasta ser un caballero, pero no soy inofensivo”. Público que le devolvía un rugido agradecido, entre hurras y aplausos. Pero la transformación de Benn en un adorable proveedor de puntos de vista excéntricos pero inocuos, tenía su subtexto: la izquierda ha muerto y ya no volverá.
La película Tony Benn: Will and Testament [Tony Benn: Voluntad y testamento, de Skip Kite, 2014] es un vistazo atrás bastante conmovedor a uno de esos raros políticos que desafiaron el trillado guión de “irse desplazando a la derecha con la edad”. Benn fue un hombre de tres fases. En la primera, fue el veterano de guerra que se convierte en político laborista convencional y bastante tecnócrata, y al que algunos tienen por futuro líder del partido. Benn contribuyó a que el Partido Laborista afrontase la campaña de las elecciones generales de 1959: en una transmisión electoral, le vemos removerse en su asiento, antes de informar a los espectadores de que “Gran Bretaña les pertenece a ustedes”. La futura trayectoria de sus entonces colegas laboristas en la transmisión subraya en qué medida fue singular el camino que siguió Benn: Christopher Mayhew se pasó a los liberales en 1974, en tanto que Woodrow Wyatt acabaría siendo ferviente partidario conservador de Margaret Thatcher y Rupert Murdoch.
La segunda fase de la carrera de Benn debería figurar a modo de recordatorio para cualquiera que tenga a la vez la fortuna y el infortunio de ser juzgado como amenaza suficiente al statu quo. Este fue el Benn demonizado como “el hombre más peligroso de Gran Bretaña”, al que le tiraban la basura al suelo y a cuyos hijos insultaban por la calle. Benn “se hace más inmaduro con la edad”, fue el juicio condescendiente de Harold Wilson, uno de los líderes laboristas con los que Benn trabajó. Esta fase comenzaría a cerrarse con lo que resultó ser la cima del Bennismo: la casi victoria en la carrera por el segundo puesto del laborismo en 1981. Luego el destino de Benn quedó ligado al de la izquierda: a medida que se vapuleaba a los sindicatos, con la nueva derecha triunfante, con la victoria de la Guerra Fría anunciada como victoria final del capitalismo de libre mercado, y la globalización descrita como algo que hacía superflua hasta a la democracia más modesta, a Benn ya no se le veía como una amenaza. Un amable y anciano caballero inofensivo, si se quiere.
Pero si hubieras sido, como yo, un adolescente de los que crecieron en los años 90, época en la que el “neoliberalismo es el único juego que se puede practicar, chúpate ésa”, resulta difícil exagerar hasta qué punto era Benn una presencia reconfortante. Por asfixiada que parezca la izquierda, Benn presentaba —por lo menos en público— un optimismo un invencible optimismo. En noviembre pasado, tuve ocasión de presidir un acto “en diálogo” con Tony Benn en el Bishopsgate Institute. Se encontraba débil, le faltaba el fuego que solía arder en él, pero estaba todavía lúcido y apasionado. Daba la impresión de que aquello era un adios en público, como fue el caso. Pero como le dijo al público —como siempre hacía— el cambio social exigía dos requisitos previos: la ardiente llama de la ira ante la injusticia y la ardiente llama de la esperanza de un mundo mejor. Will and Testament es una hermosa conmemoración de un político que de verdad creía que la injusticia no era un rasgo permanente de la existencia humana sino una aberración que podía eliminarse. Benn quería que su legado fuera haber dado aliento: sospecho que así seguirá siendo por muchos años tras su desaparición.
* Historiador y periodista, es autor de Chavs: La demonización de la clase obrera, (Capitán Swing, Madrid 2012). Su último libro es The Establishment, and how to get away with it, (Allen Lane, 2014).
Publicado en sinpermiso.
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