A CIEN AÑOS DEL GRITO DE ALCORTA
Nada es como era entonces
La creación de la Federación Agraria, que hoy marcha con la Sociedad Rural en oposición al Gobierno, fue resultado de esa rebelión de arrendatarios y aparceros contra los terratenientes. La Vanguardia analizó así el acontecimiento en su edición del 18 de agosto de 1912.
Los fundadores de la Federación Agraria, en 1912, cuando las cosas estaban claras.
La constitución de la Federación Agraria Argentina señala el primer paso firme de la organización de los trabajadores del campo, la iniciación de un importante movimiento que ha de ser perdurable e intenso, necesariamente, para que influya con la eficacia deseable en el desarrollo de la lucha entre los intereses colectivos de los diferentes gremios y clases sociales del país. La estrecha y solidaria unión de los agricultores, vinculándose en una asociación de intereses afines, como resultado de la lucha sostenida frente a los propietarios, es el corolario obligado a que debía conducir esta agitación, y el punto de partida de una acción colectiva permanente que reclama de los campesinos nuevos modos de ver y también de hacer, como productores asociados.
La bárbara extorsión a que los sujetaban los terratenientes, insaciables en su avidez de lucro, especulando sobre la competencia que entre sí se hacían los propios arrendatarios al disputarse, en demente puja de precios, las mejores tierras, los ha llevado por exceso de individualismo y desunión a la salvadora acción solidaria defensiva. Nuevos contratos y arreglos, arrancados bajo la presión de la huelga, los han instruido respecto al valor de la acción mancomunada.
Pero ahí no puede terminar la experiencia para los agricultores. Deben apoyar a los que todavía sostienen sus reclamaciones, deben hacer respetar las ventajas alcanzadas, deben agrupar hasta el último remiso en la Federación y, lo que es principal, deben desarrollar la embrionaria conciencia gremial a la altura de los problemas permanentes y fundamentales que esta nueva situación les plantea.
La lucha que sostienen abre para la política del país una era nueva. La cuestión agraria se incorpora como problema palpitante en la política nacional, y para el Partido Socialista Argentino, que ha podido preverla incorporando en su programa, desde un principio, reivindicaciones de los trabajadores del campo, el actual movimiento vale más como comprobación que como antecedente.
Mediante su acción gremial, los chacareros pueden defenderse de las formas más inmediatas de explotación. Los hechos lo han evidenciado. Pero, además del terrateniente, también la empresaria ferroviaria, el comercio y el fisco contribuyen a deprimir la situación de los colonos.
Los trabajadores rurales tienen que luchar también en el terreno político para levantar su situación. Extranjeros en su inmensa mayoría, tienen que nacionalizarse para poder votar, y tienen que adquirir la capacidad de hacerlo con conciencia, sabiendo por y para qué lo hacen. De la acción de la ley depende que los propietarios indemnicen a los arrendatarios por las mejoras que dejen en los campos, la limitación del privilegio del arriendo sobre todo otro crédito; la prohibición de toda cláusula restrictiva de la libertad del colono de disponer de su cosecha, etc.
Y la acción económica de los agricultores los vinculará con fines de dirección de sus propias actividades y de las de otros hombres en el mutualismo y la cooperación. “La solidaridad en la obra constructiva ha de librarlos de diferentes formas de explotación a que están sujetos: el mutualismo de la explotación por los médicos y farmacéuticos, la asociación de consumo para librarse de los comerciantes, la cooperativa de acopio y la de venta de los productos que los libre del despojo a que los sujetan las casas acopiadoras y el comercio de exportación, el seguro mutuo contra el granizo y las cooperativas de arriendo en común de los latifundios, para dividirlos en chacras que se adjudiquen a los socios” [palabras de Juan B. Justo en un acto multitudinario de agricultores].
Nada puede distraer a los agricultores de la realización de un programa tan vasto y tan fecundo, que requiere de energías y la más perfecta unidad de acción.
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