ALEMANIA TRAS UN NUEVO TRIUNFO DE MERKEL
Los dilemas de la socialdemocracia
Embarcado nuevamente en una “gran coalición” con la Unión Demócrata-Cristiana, el SPD corre el riesgo de ser neutralizado por la líder conservadora y repetir en las próximas elecciones el histórico fracaso de 2009.
Merkel se ha revelado hábil para incorporar temas ajenos a su agenda y mostrarse por encima de las discusiones ideológicas.
Foto: Telam
El amplio triunfo electoral de la canciller alemana, Angela Merkel, ratificó lo que hacía meses se reflejaba sistemáticamente en las encuestas de intención de voto. Con 41,5% de los sufragios, la líder conservadora quedó apenas a cuatro escaños de la mayoría absoluta: sin embargo, el paupérrimo resultado del partido Liberal (FDP) impidió que la coalición actual continúe en el poder. Esta victoria a medias abrió las puertas para la conformación de una nueva “Gran Coalición” entre los dos partidos políticos más importantes: la Unión Demócrata- Cristiana (CDU) de Merkel y el Partido Socialdemócrata (SPD). Los resultados de estas negociaciones de coalición determinarán el futuro de ambas fuerzas políticas: ¿Continuará Merkel acrecentando su poder o el SPD será capaz desde dentro del gobierno de convertirse en alternativa real para 2017?
Una Gran Coalición es para la CDU de Merkel el mejor escenario posible. Desde un punto de vista largoplacista, una mayoría absoluta hubiese significado un desgaste excesivo para el partido conservador, ya que gobierna Alemania desde 2005. El peso de las decisiones gubernamentales y sus costos políticos hubiesen recaído en su totalidad sobre la CDU. En otras palabras, lo que sería un gobierno fuerte y unido de partido único se transformaría en la antesala de un escenario electoral adverso en 2017. Por otra parte, esta alianza con el SPD sería el terreno más propicio para que Merkel haga lo que mejor sabe hacer: ampliar el “centro”. Desde que asumió el poder, ha sido capaz de incorporar a su agenda temas que hasta ese momento habían sido ajenos para la CDU. Esta estrategia fue acompañada comunicacionalmente por la construcción de un encuadre interpretativo que ponía el acento en Merkel como una canciller que estaba por encima de las discusiones ideológicas basadas en el esquema izquierda-derecha.
Esta política se ha convertido en un calvario para el SPD: para la mayoría de los socialdemócratas, Merkel no es más que una themen-räuberin (ladrona de temas). El hecho es que una nueva Gran Coalición es terreno fértil para que esta práctica se extienda. Esto ha generado fuertes discrepancias en el interior del partido en relación con los beneficios de aliarse una vez más con la canciller. Los fantasmas de anteriores experiencias todavía están presentes y el efecto “viuda negra” que algunos medios de comunicación alemanas le adjudicaron a Merkel acrecientan las dudas. Sus compañeros de coalición lo han pagado muy caro en las urnas: el SPD obtuvo en 2009 el peor resultado de su historia y el FDP no alcanzó en 2013 el 5% obligatorio para ingresar al Bundestag (parlamento).
Otra consecuencia fundamental de la conformación de una Gran Coalición consiste en la “enanización” de la oposición, compuesta por el Partido de la Izquierda (die Linke) y el Partido Verde (Bündnis 90/die Grünen). Juntos no lograrían alcanzar ni el 25% de escaños necesarios para impulsar comisiones de investigación, una herramienta fundamental de la oposición para lograr visibilidad en los medios de comunicación. Tampoco dispondrían de mucho tiempo para las intervenciones en los debates parlamentarios: apenas seis minutos por hora. El nuevo líder de la oposición, Gregor Gysi (die Linke), se ha quejado y ha logrado instalar este tema en la agenda mediática. No obstante, no sería realista esperar cambios en este aspecto.
Aquellos que esperan cambios en el ámbito europeo tampoco pueden ser muy optimistas. Las exigencias del SPD respecto a Europa no aparecen como prioritarias. Si a ello se le suma el pasado reciente de acompañamiento o tolerancia de los socialdemócratas para con la política europea de Merkel, no parece serio suponer cambios de rumbo relevantes, especialmente con respecto a los países del sur de Europa. El tema fue tabú durante la campaña electoral y continúa así para ambos partidos, que no se atreven a contradecir a los alemanes reacios a una nueva política de solidaridad con los países en crisis. Los dos millones de votos para el partido euroescéptico “Alternativa para Alemania” (Alternative für Deutschland) son un reflejo de esta situación.
No obstante, esta Gran Coalición podría ser la oportunidad para que se cristalice un cambio en las elecciones de 2017. Todo depende de que el SPD sea capaz de tomar decisiones inteligentes y articuladas que desemboquen en una renovación de dirigentes y exorcicen las inseguridades que reinan en ellos. Las chances de arrebatarle el puesto de canciller a la CDU se verían aumentadas si los futuros candidatos se mantienen al margen del gabinete de la futura Gran Coalición. Así podrían cumplir un rol de líderes de una opinión crítica hacia el gobierno en aquellos puntos en los que se muestre débil o alejado de la ideología socialdemócrata. Esto permitiría construir una agenda propia a largo plazo, separada de la gubernamental.
Actualmente, existen tres figuras del SPD que se pueden hacer cargo de este lugar: En primer lugar, aparece Hannelore Kraft, gobernadora de Nordrhein-Westfalen, el Land (región) más poblado de Alemania, con una fuerte tradición socialdemócrata. Ella fue una de las primeras voces que criticó la política de austeridad y recortes de Merkel y su coalición con los liberales. Se hizo famosa por su frase: “Es mejor invertir hoy, que pagar los costos de las reparaciones en el futuro”. Muchos la criticaron por esta política y le adjudicaron el mote de reina del endeudamiento. En segundo término, surge el alcalde de la ciudad de Hamburgo, Olaf Scholz, que en 2011 obtuvo casi 50% de los votos. Es un hombre fuerte en el partido y respetado en gran parte del país por su trabajo en la ciudad portuaria. Su problema es su baja visibilidad y su perfil algo conservador y no tan social como el de Kraft. El tercero es el actual presidente del SPD, Sigmar Gabriel, aunque sus chances son menores ya que es una figura muy desgastada y por muchos criticada, incluso dentro del partido.
La primera Gran Coalición en Alemania Federal, celebrada a fines de los años 60, fue la plataforma para que su ministro de Relaciones Exteriores, el socialdemócrata Willy Brandt, se convirtiera en el político más popular y carismático del país. La consecuencia fue su triunfo en las urnas y un período de trece años de gobiernos socialdemócratas. ¿Será ésta una oportunidad para descubrir un (o una) nuevo “Willy Brandt” en el SPD? ¿O estaremos frente a una reedición de la Gran Coalición de 2005 que posicionó a Merkel como la política mejor valorada y llevó al SPD al peor resultado electoral de su historia?
Franco Delle Donne
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