DISCURSO DEL VICEPRESIDENTE BOLIVIANO
El socialismo comunitario del vivir bien
Al reasumir su cargo en La Paz, Álvaro García Linera repasó las conquistas del gobierno encabezado por Evo Morales, cuestionó las democracias fósiles y llamó a construir una gran comunidad universal de los pueblos.
Latinoamérica es vanguardia del posneoliberalismo, dijo García Linera.
Foto: Vicepresidencia de Bolivia.
Los bolivianos y la mayor parte de América Latina estamos viviendo una década extraordinaria de luchas y grandes conquistas populares.
La movilización de identidades populares, indígenas, campesinas, obreras y juveniles han cambiado y están cambiando las estructuras políticas y económicas dando lugar a la mayor concentración de gobiernos progresistas y revolucionarios de nuestra historia.
América Latina se ha puesto a la vanguardia mundial de la construcción de sociedades posneoliberales. Mientras que en el resto del mundo, el neoliberalismo aun sigue destruyendo sociedades y economías populares, en Latinoamérica ya no es más que un triste recuerdo arqueológico Hemos nacionalizado recursos naturales devolviendo a los Estados del continente la base material de la soberanía extraviada; hemos distribuido la riqueza entre los más necesitados, creando Estados sociales protectores y equitativos; hemos dinamizado y diversificado la economía, apuntalando la creatividad de los productores; millones de jóvenes han accedido a la educación escolar y universitaria y otros tantos al empleo, renaciendo en sus espíritus la esperanza de unas patrias dignas.
El continente está rompiendo tutelajes y padrinazgos obscenos y ha retomado su capacidad de decidir su propio destino.
Las naciones indígenas oprimidas por siglos, los movimientos sociales explotados por décadas no solo han retomado el protagonismo histórico sino que, como en Bolivia, se han vuelto poder de Estado y hoy conducen el país. Se ha avanzado en diez años más que en los 200 años anteriores. Pero no basta.
El despertar revolucionario de los pueblos ha abierto un horizonte de posibilidades mucho más profundo, mucho más democrático, mucho más comunitario, es decir socialista, al que no podemos renunciar, sino es a riesgo de una restauración conservadora en la que ni siquiera la memoria de los muertos estará a salvo.
Socialismo no es una etiqueta partidaria, pues, muchas veces, eso solo ha servido para camuflar la aplicación de la barbarie neoliberal.
Socialismo tampoco es un decreto, porque eso sería reducir la acción colectiva del pueblo a una decisión administrativa de funcionarios públicos.
Socialismo tampoco es estatizar los medios de producción. Eso ayuda mucho a redistribuir riqueza, pero la estatización no es una forma de propiedad comunitaria ni una forma de producción comunitaria de la riqueza.
El capitalismo es una civilización que ha subordinado todos los aspectos de la vida a una maquinaria de acumulación de ganancias. Desde el comercio, la producción, la ciencia y la tecnología, la educación, la política, el ocio, la naturaleza misma, todo, absolutamente todo ha sido pervertido para ser sometido a la dictadura del lucro.
Y para ello, paradójicamente, el capitalismo se ha visto obligado a despertar de manera mutilada, parcial, a fuerzas comunitarias, como la interdependencia entre los seres humanos, como el mercado mundial, como la ciencia y las tecnologías o internet, pero para someterlas al servicio de la ganancia monetaria ilimitada de pocos.
Y es por ello que lo que algún día tendrá que sustituir al capitalismo como sociedad, necesariamente tendrá que ser otra civilización que libere e irradie a escala mundial todas esas fuerzas y poderes comunitarios hoy existentes, pero sometidas al lucro privado.
Marx llamaba a esto la Comunidad Universal; otros le llaman el ayllu planetario; otros el vivir bien. No importa el nombre, sino el contenido de comunitarización universal y total de todas las relaciones humanas y de los humanos con la naturaleza.
Pero, para que esta nueva civilización comunal triunfe se requiere un largo y complicado proceso de transición; un puente. Y a ese puente es que llamamos Socialismo.
El Socialismo es el campo de batalla dentro de cada territorio nacional entre una civilización dominante, el capitalismo aún vigente, aún dominante, pero decadente, enfrentado contra la nueva civilización comunitaria emergente desde los intersticios, desde las grietas y contradicciones del propio capitalismo.
Comunitarismo, inicialmente minoritario, como gotas en el desierto; luego como diminutos hilos de agua que a veces se secan, se interrumpen abruptamente, y luego renacen, y a la larga suman y se vuelven riachuelo; luego, río; luego, lago; luego, mar.
El socialismo no es una nueva civilización, no es una economía o una nueva sociedad. Es el campo de batalla entre lo nuevo y lo viejo, entre el capitalismo dominante y el comunitarismo insurgente. Es la vieja economía capitalista aún mayoritaria, gradualmente, asediada por la nueva economía comunitaria naciente. Es la lucha entre el viejo Estado que monopoliza decisiones en la burocracia y un nuevo Estado que cada vez democratiza más decisiones en comunidades, en movimientos sociales, en la sociedad civil.
Socialismo es desborde democrático, es socialización de decisiones en manos de la sociedad auto organizada en movimientos sociales.
Socialismo es la superación de la democracia fósil en la que los gobernados solo eligen gobernantes, pero no participan en las decisiones sobre los asuntos públicos.
Socialismo es democracia representativa en el parlamento más democracia comunitaria en las comunidades agrarias y urbanas más democracia directa en las calles y fábricas. Todo a la vez, y todo ello en medio de un gobierno revolucionario, un Estado de los Movimientos Sociales, de las clases humildes y menesterosas.
Socialismo es que la democracia en todas sus formas envuelva y atraviese todas las actividades cotidianas de todas las personas de un país; desde la cultura hasta la política; desde la economía hasta la educación.
Y, por supuesto, Socialismo es la lucha nacional e internacional por la ampliación de los bienes comunes y de la gestión comunitaria de esos bienes comunes, como son el agua, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente….
En el Socialismo coexisten muchas formas de propiedad y de gestión de la riqueza: está la propiedad privada y la estatal; está la propiedad comunitaria y la cooperativa. Pero hay solo una propiedad y una forma de administración de la riqueza que tiene la llave del futuro: la comunitaria, que solo surge y se expande en base a la acción voluntaria de los trabajadores, al ejemplo y experiencia voluntaria de la sociedad.
La propiedad y gestión comunitaria no puede ser implantada por el Estado. Lo comunitario es la antítesis de todo Estado. Lo que un Estado revolucionario, socialista, puede hacer es ayudar a que lo comunitario que brota por acción propia de la sociedad, se expanda, se fortalezca, pueda superar obstáculos más rápidamente. Pero la comunitarizacion de la economía solo puede ser una creación heroica de los propios productores que deciden exitosamente asumir el control de su trabajo a escalas expansivas.
Socialismo es, entonces, un largo proceso de transición en el que Estado revolucionario y Movimientos Sociales se fusionan para que día a día se democraticen nuevas decisiones; para que día a día más actividades económicas entren a la lógica comunitaria en vez de la lógica del lucro.
Y como esta revolución la hacemos desde los andes, desde la Amazonía, desde los valles, los llanos y el chaco, que son regiones marcadas por una historia de antiguas civilizaciones comunitarias locales; entonces, nuestro socialismo es comunitario por su porvenir, pero también es comunitario por su raíz, por su ancestro. Porque venimos de lo comunitario ancestral de los pueblos indígenas, y porque lo comunitario está latente en los grandes logros de la ciencia y la economía moderna, el futuro será, necesariamente, un tipo de socialismo comunitario nacional, continental y, a la larga, planetario.
Pero, a la vez, el Socialismo para el nuevo milenio que se alimenta de nuestra raíz ancestral, incorpora los conocimientos y las prácticas indígenas de diálogo y convivencialidad con la Madre Tierra.
El rescate del intercambio metabólico vivificante entre ser humano y naturaleza practicado por las primeras naciones del mundo, por los pueblos indígenas, es la filosofía del Vivir Bien; y está claro que no solo es la manera de enraizar el futuro en raíces propias; sino que, además, es la única solución real a la catástrofe ambiental que amenaza la vida entera en el planeta.
Por eso, el Socialismo del Nuevo Milenio solo puede ser democrático, comunitario y del vivir bien.
Este es el horizonte de época de la sociedad mundial. Y es este socialismo democrático comunitario del vivir bien la única esperanza real para una regeneración de los pueblos y de la propia naturaleza.
Los revolucionarios no hemos venido para administrar de mejor forma o más humanitariamente el capitalismo. Estamos aquí, hemos luchado y seguiremos luchando para construir la gran comunidad universal de los pueblos.
Ver las reflexiones de García Linera sobre el nuevo campo político boliviano.
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